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Sin lugar a dudas, un estudio sobre los territorios no puede ser inocente. Los territorios están asociados a la propiedad privada y la constitución de los Estados, a la defensa y la agresión (masculina) en las fronteras, la regulación de la población y el control de los recursos (incluidas las hembras). Sin embargo, para la filósofa de la ciencia Vinciane Despret (1959), no se trata de convertir a las aves en modelos de moralidad o justicia para los humanos, ni de denunciar que la ciencia proyecta sus prejuicios ideológicos. Se trata de rastrear los intersticios que abrieron, en esos hábitos de pensamiento empobrecidos, los ornitólogos y las ornitólogas que supieron cultivar otros modos de atención, aliados y aliadas a la exuberancia, la riqueza, y la variabilidad que despliegan los pájaros, incluso entre grupos de la misma especie, incluso entre los individuos de los mismos grupos. Para abrir la imaginación a otras territorialidades y territorializaciones, para que emerjan territorios sonoros y concertados, que son materia de expresión y efecto artístico, que tienen fronteras para que “pasen cosas”, dispositivos de entusiasmo, activadores de potencias, que son modos de organizar las vecindades.


Dice Despret: “Hay, sin ninguna duda, gran cantidad de modos de ser del habitar, que multiplican los mundos. Estoy convencida, junto con Haraway y muchos otros, que multiplicar los mundos puede volver más habitable el nuestro. Crear mundos más habitables sería entonces buscar cómo honrar las maneras de habitar, inventariar lo que los territorios implican y crean como maneras de ser, como maneras de hacer. Esto es lo que pido a los investigadores”.